Noviembre de 1928
Vuelvo a la patria después de uno de esos lapsos de dolorosa ausencia y me sorprende la fortuna al llegar... para revelarme la fuerza que late en el pueblo... para decirme por la voz de los compatriotas aquí reunidos y por las voces de otros muchos hermanos que es la hora del destino la que vuelve a ofrendamos una ocasión salvadora. Y hay razón para que nos preguntemos todos afanosamente si va a pasar otra vez en balde la ocasión.
Acudo al llamado y no me importa el carácter en que haya de figurar en definitiva entre vosotros... forzosamente he de hablar como precandidato presidencial, pero si más tarde llego al puesto más alto de la Administración, lo mismo que si ocupo el más bajo o ninguno, ciudadano siempre, hombre libre siempre, gustoso cederé las responsabilidades a quien logre juntar en el puño mayor número de voluntades ciudadanas, pero en cambio no acataré el resultado ni de la intriga ni de la imposición, ni de la fuerza... Venimos a convocar al pueblo mexicano, y es preciso definirle nuestros propósitos; excitaremos al pueblo a que vaya a votar y, por lo mismo, es necesario precisar qué es lo que va a imponer con su voto...
Los fariseos de la revolución, en todo el mundo, se distinguen por la complacencia y el aplauso que otorgan a las dictaduras con el pretexto de que mediante ellas se pueden implantar tales o cuales reformas, pero la práctica enseña que la dictadura corrompe aun a los mejores... y se vuelve el predominio de una facción lo que debió ser victoria de todo un pueblo. De semejante fatal pendiente sólo puede libramos un retorno al programa integral de la revolución.
Hay que añadir en el programa económico de distribución agraria y de reivindicación obrera, también la libertad que obtiene el castigo de los malos funcionarios y desenmascara a los revolucionarios falsos... Se necesita que el sufragio sea efectivo porque nadie debe reemplazar el juicio del pueblo cuando se trata de elegir a los aptos... para asegurar la efectividad del sufragio es necesario que el pueblo entero salga de su apatía y exprese su voluntad. Entendamos que sólo una leal contienda de votos podrá libertarnos de la fatalidad de nuevas contiendas armadas.
El principio glorioso de la no-reelección, consagrado con la sangre de tantos mártires, debe ser inscrito de nuevo en nuestra carta fundamental...Un plazo irrevocablemente limitado para el mando vuelve cauto al poderoso y toma humano al gobernante. Además, junto con la no-reelección, es urgente fijar las responsabilidades de ese amo absoluto que es entre nosotros el Presidente... Es bochornoso que se le tolere un grado de irresponsabilidad que no tienen los reyes en los países civilizados... Urge, pues, reformar la constitución en el sentido de que el Presidente sea enjuiciable en casos como los de violación electoral manifiesta, o cuando se consumen fusilamientos, prisiones arbitrarias o expulsión de ciudadanos...
Lo que distingue la charlatanería de la reforma es que la primera no tiene sino palabras, en tanto que la segunda refuerza cada palabra con la norma que la ennoblece y la consuma... No hay patriotismo sin laboriosidad, ni libertad sin responsabilidad y, por último, no es posible la vida civilizada ahí donde la usurpación y el atropello quedan impunes. No debemos prescindir del rigor de la ley para combatir el delito, pero, en cambio, debemos hacer derroche de tolerancia para juzgar opiniones ajenas. En otros términos, cuidaremos de otorgar impunidad a las opiniones, pero sin olvidar que en lo que hace a los actos, no hay más recurso que el Código penal y hace muchos años que la pena se aplica por cuestión de opiniones, no de delitos. Tan grave estado de cosas requiere que ahora comencemos intentando una reforma en nuestra propia conciencia. La revolución necesita, por fin, llegar a los espíritus.
Lo primero que urge cambiar es nuestra disposición ante la vida, sustituyendo al encono con la disposición generosa. Sólo el amor entiende, y por eso sólo el amor corrige. Quien no se mueve por amor verá que la misma justicia se le torna venganza. Y solo saliendo de este círculo, el círculo del odio solamente iniciándose una nueva disposición de concordia, podremos abordar situaciones como la religiosa, que lleva años de estar desgarrando las entrañas de la patria. Para empezar, proclamaremos que el fanatismo se combate con libros, no con ametralladoras... que toca al Estado mediar en los conflictos de todos los fanatismos en vez de abrazarse a uno de ellos. En seguida, y como condición indispensable para tratar el asunto, es necesario que recordemos, que sintamos que los católicos son nuestros hermanos y que es traición a la patria seguirlos exterminando... Determinadas taxativas recientes, como la que se refiere a la denegación del derecho de enseñanza, se explican acaso como represalia de guerra, pero no pueden perdurar en un régimen normal...Exageración que nos ha conducido al bochornoso espectáculo del privilegio que a costa del católico ha ido ganando el protestante... y así, México se queda sin religión castiza... sucede que entre nosotros sólo la secta extranjera puede acercarse a las almas... porque su bandera no es la humilde tricolor, sino otra que se respalda con escuadras navales y con ejércitos.
Relacionada con la cuestión de tolerancia religiosa y la necesidad de otorgar garantías a la vida, está el problema de la emigración de nuestros compatriotas. Suman ya millones los que en los últimos años se han visto obligados a cambiar de hogar, unos, porque a semejanza de los antiguos cuáqueros se expatrían para adorar a Dios a su manera, y otros, empujados por la presión local; lo cierto es que con ello pierde la patria mexicana una verdadera selección de su propia raza... El día en que este tercio de la población mexicana que ahora padece destierro, inicie su retorno será el más feliz de nuestra historia. Pero ese día no asomará en los tiempos si antes no abolimos las carnicerías que han llegado a constituir un baldón para el nombre mismo de México.
En el orden de nuestras relaciones internacionales, la República ha sufrido penosas desgarraduras. Unas veces en virtud de fallos judiciales; otras, por causa de convenios tristemente célebres; otras, por derogación de leyes, como la del petróleo, que intentó salvaguardar nuestros intereses; lo cierto es que la mayor parte de nuestras ilusiones revolucionarias han quedado deshechas; y era natural que así ocurriese, porque un país dividido no puede hacer frente a los intereses rivales del exterior. Tampoco tenemos poder suficiente para denunciar tratados o acuerdos ya concertados. Pacto firmado es pacto irrevocable para las naciones débiles; pero si no podemos revocar esos pactos, sí podemos cumplirlos. Podemos hacernos ricos con el trabajo, la perseverancia y la economía y ya después será fácil, en una o dos generaciones, liquidar todos estos compromisos de la discordia. Pagar a nuestros acreedores será entonces rescatar nuestra soberanía.
El hombre que, animado de paz y justicia, ponga a trabajar a los mexicanos, ese será su salvador. Necesitamos ponernos a jornada doble en toda la nación, pero el trabajo requiere la tranquilidad que emana de la justicia y la libertad que garantiza la acción. Así como a la hora de las catástrofes cada uno se apresura al salvamento indispensable, de suerte igual la patria necesita ahora el concurso de todos sus hijos. Están gravemente amenazados nuestros destinos... Si el pueblo no se apresta a designar y defender un candidato, entonces la intriga creará candidatos que, faltos de todo prestigio, procurarán imponerse con el auxilio de las finanzas internacionales. El caso de otras naciones nos enseña que un pueblo que no es capaz de hacer sus propias elecciones, tarde. o temprano sufre el bochorno de que vengan a hacérselas de fuera... El peligro, el único peligro está en que el pueblo no llegue a sentir el llamado, en que el pueblo no llegue a moverse; pero yo tengo fe en el pueblo, por eso confío... yo sé que el pueblo va a erguirse ahora para damos un gobierno libre y mexicano, sin contaminaciones con extrañas banderías. Señores, si es verdad que la fe mueve a ejemplo, seamos los primeros en demostrar que está viva la patria y que es la voz de la patria la que va a estar hablando por nuestros labios, y así será mañana la voluntad de la Patria la que resuelva esta noche en alborada de gloria.
¡México, levántate!... La más grave de las amenazas de toda tu historia, se urde en estos instantes en la sombra; pero aún hay fuerza en tus hijos para la reconquista del destino. Deja que los menguados vacilen... tus hombres están ya en pie; y por el viento pasan himnos de regeneración y de victoria. ¡Adelante! ¡A la Victoria!
|